sábado, 2 de julio de 2011

Qué noche... Teté....!!!

Le tomé prestada por un ratito la frase al famoso estilista Roberto Giordano, porque de alguna manera representa lo que viví  hace una semana cuando fui a la Exposición del Automóvil  (que  ya finalizó el domingo pasado), a la que concurrí para acompañar a mi esposo.

Debo decir que la exposición fue un éxito. La Rural desbordaba de gente. Cada expositor hacía lucir su marca con vehículos lustrosos, detalladamente iluminados, con tecnología de última y con la ayuda, sin duda, de hermosas señoritas, muy simpáticas, y no de casualidad, todas jóvenes y delgadas, sugestivamente vestidas, que lograron el efecto deseado de marketing, es decir que la gente se “apiñara” a su alrededor.
Teniendo como objetivo el análisis que cada espacio social ofrece como comunicable, la Muestra de Autos fue un escenario sumamente interesante y rico. No desde el punto de vista económico, que está muy a la vista, si no desde la riqueza de reflexiones que aporta desde el campo sociológico.
Varias  cosas para resaltar. La primera, que NO me llamó la atención, es el gran porcentaje de público masculino. Me atrevería a decir que un 80 %  estaba compuesto por hombres y un 20% aproximadamente por mujeres. Hay una fascinación entre los autos, el poder y los hombres, sin distinción de clase social. Esta aclaración vale para diferenciar cómo se comportaban unos y otros.
Los concurrentes que por su vestimenta o modales, aparentaban una buena posición social,  mostraban un trato más frío al momento de interesarse por un auto, hacían preguntas en un tono distante, obviamente sus gustos se dirigían por lo general a los coches denominados de “alta gama”.
Lo realmente curioso, fue observar las reacciones del público “sencillo”. Personas comunes, vestidas modestamente. Generalmente parejas con varios hijos, o grupos de adolescentes.
Algunos, se notaba por su uniforme, recién salían de sus trabajos. Percibía que disfrutaban,  contagiaban su entusiasmo. Portaban bolsitas con folletos que pedían en cada stand por donde pasaban. Bulliciosos, se subían y bajaban de los autos. Los probaban y hasta se sacaban fotos. Posaban sonrientes. Miraban indisimuladamente a las promotoras, las que les sonreían educadamente. Parecían felices. Eso fue lo que más llamó mi atención. Ese ratito de felicidad con el que se conformaban. Conscientes o no de que salvo por una ironía del azar, jamás podrían tener ese auto, nadie les quitaría ese momento de placer. Y menos si una fotografía para el recuerdo los muestra  al volante de un poderoso auto deportivo. Cómo en las películas.
ALICIA CAMPOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario