sábado, 15 de junio de 2013

Qué te hicieron Rojo de mi vida…?


Hoy es un día que para la gran familia Roja va a ser recordado como una fecha  muy triste. El peor. De esos días horribles que no se olvidan. Por primera vez en toda su gloriosa historia, el Club Atlético Independiente pierde su categoría. Impensable no?  Las sensaciones  y emociones se mezclan: tristeza, bronca, angustia.  En mi caso particular priman dos que se abrazan entre sí: desolación y orfandad. Eso es lo que siento hoy.
Sufro y veo sufrir a mi entorno familiar, a mis amigos y amigas, a los hinchas, que la tele mostraba esta horrible tarde, llorando en silencio, mientras seguían alentando a nuestro equipo.  Se me hace un nudo en la garganta mientras escribo y  las lágrimas todavía están ahí, listas para salir de nuevo. Observo detenidamente esas imágenes de esos hinchas  llorando y siento orgullo.  Estoy orgullosa de ellos y de ellas. Con una dignidad que emociona, estuvieron ahí, acompañando respetuosamente, sin violencia, alentado hasta el último minuto. Hicieron lo que otros y otras no pudimos, no nos animamos. Estar ahí, presentes.  Había que ser muy valiente para presenciar esa realidad que no creíamos posible jamás. Por eso estoy desolada.
Yo, que tuve la suerte que mi papá me contagiara desde que nací, el amor por nuestra camiseta y que por eso lo acompañé junto a mis hermanos a festejar tantos  momentos de gloria.  Las copas ganadas eran motivo suficiente como para sacar el coche, ir hasta la sede de Avellaneda a tocar bocina, no importando la hora.  Como esa vez que no olvido, ya estábamos en pijama y salimos así, locos de contentos, cantando a viva voz: -“ Somos de Independiente, de pierna fuerte y templada, guapos para una jornada……” -. En casa la recitábamos de memoria…cuántos recuerdos!

Nacer en Avellaneda y vivir hasta los veinte y pico en Wilde le agregan más drama al drama. Porque
los colores del club, son los colores mayoritarios que distinguen esas localidades del sur del Gran Buenos Aires.  Avellaneda, Domínico, Sarandí,  son de alma roja.  La camiseta de Independiente es el escudo oficial de esos barrios. Son sagrados. No se ensucian. Se respetan. Se llevan con orgullo.

De ahí mi desolación. Alguno/a me dirá que sólo se trata de futbol. Es más que eso. En mi caso, representa mi infancia, mi primera escuela,  mi barrio, mi viejo, parte de mi historia. Una desolación  que no tiene que ver sólo con que un grande como Independiente cambie transitoriamente de categoría.  Tiene que ver con preguntarnos por qué llegamos hasta donde llegamos.  Cómo permitimos qué mentes oscuras y corruptas que administraron el club lo hayan llevado  a este estado de humillación, de vaciamiento, de soledad?  Ciertos dirigentes,  jugadores y demás personajes siniestros  le faltaron el respeto a esa Institución centenaria, lo llevaron a la ruina. La historia los juzgará. Nosotros los/las simpatizantes e hinchas no los perdonamos. Nos traicionaron. Por ahora nos quedamos huérfanos de emoción.
 Tantas veces acostumbrados a ganar. Hoy nos quedamos sin nada para festejar. Esto no va a ser motivo de abandono. Los que verdaderamente amamos al club, no abandonamos en las malas. Al contrario, lo vamos a acompañar a donde vaya. Ahí estaremos siempre.  Lo vamos a ayudar a recuperarse para que vuelva a ocupar el lugar que le hicieron perder.
 Hoy estamos de duelo.
ALICIA CAMPOS

sábado, 27 de abril de 2013

Busco a mi hija/o… busco a mi mamá….


Con el riesgo asumido de que me tilden de “pesada” y el plus de tener que escuchar a mi hijo casi a diario con su “-¿ Para qué lo mirás ?-( porque me ve llorar conmovida), sigo insistiendo en la riqueza comunicacional y afectiva que encuentro en el programa televisivo de la señal América, “Los Unos y los Otros”.

“- No ves que está todo preparado, gorda?”- me dice el muy cruel (mi hijo) jiji como si yo no supiera! Después de tantos años en los medios de comunicación audiovisual sé lo que es un show televisivo. No es este el caso. Y, como siempre me pasa….voy por más. No me detengo en los tips y  reglas de juego que componen un programa de tv que (lo sé de memoria), debe ser entretenido, vendible, atractivo, bla, bla

Mi mirada va hacia el impacto de interpelación que este programa (para mí), provoca en el otro. El o la televidente que se ve reflejado en esa historia y quizás se anime también a reconstruir su vida. Los protagonistas son personas comunes, a los que realmente se les debería premiar con un “Oscar”, si estuvieran actuando. Personas que cuentan su terrible historia delante de las cámaras como una forma liberadora a tanto sufrimiento.

Los casos que más me conmueven son aquellos en los que los hijos son separados de los padres, en su mayoría de la madre, y viceversa, porque alguien así lo decidió y nadie de ese entorno hizo nada para impedirlo, teniendo que pasar 30 o 40 años para que esas personas,  que fueron cruelmente separadas, se vuelvan a reunir o no, porque a veces ya es tarde.  No es injusto?

Quiero aclarar que mi intención no es tratar en esta oportunidad el padecimiento de los bebés que fueron secuestrados o adoptados durante la nefasta Dictadura Militar,( coincide epocalmente ) por una cuestión de respeto ya que merece un tratamiento mucho más profundo.  Tampoco me voy a referir o comparar con la época actual donde todavía hay casos o situaciones similares..También merece un análisis más profundo. Lo que intento observar es una cuestión cultural y por lo tanto de mandato.

Hay un “patrón” que se repite y es lo que me lleva a otra reflexión. Las que buscan” el paradero de” son en su mayoría mujeres, entre 40 y 80 años, enlazados por un destino cuasi igual de desgraciado, donde la ignorancia y la pobreza hacen un frente que imposibilita otro destino y que por el cálculo corresponden a una época a la que, tal vez ahora, la miramos con horror, pero que existió y donde  se naturalizaban el castigo corporal,  la figura del padre como “dueño” de la familia y por lo tanto de las voluntades de cada uno de sus miembros, el miedo  “al qué dirán”, las apariencias, las cosas que no se hablan, la explotación infantil, la educación escolar inaccesible,  la violencia de género,  la poca demostración de cariño de padres a hijos y… la vergüenza.

Justamente es sobre esta última categoría donde quiero detenerme.” La vergüenza al honor de la familia”. Un triste ejemplo: el embarazo no deseado. La “desgracia” caía en la familia cuando la hija adolescente/soltera quedaba embarazada. El terror al “qué dirán”, y ante el hecho consumado cómo se lo enfrentaba?  Muy simple aunque no menos terrible.  O se echaba a la hija deshonrada, o se la ocultaba encerrándola en la casa hasta el momento de parir, o  la fajaban para que no se le notara la panza, o se la mandaba a casa de algún familiar que viviera en el campo.  Los miedos, los sentimientos de la embarazada, su opción a elegir? Nadie los tomaba en cuenta. Había “pecado” y tenían nueve meses para torturarla con la culpa y la vergüenza. Tenía que ser castigada.

Toda esta violencia hacia la adolescente “que había avergonzado a la familia”, continuaba, porque al momento de dar a luz, el bebé le era arrancado de sus brazos, ni soñar en conservarlo. Había que hacerlo desaparecer. Entonces se lo daban a una tía, a una familia sustituta, a un instituto de menores, o también se lo abandonaba a su suerte, dejándolo en la calle y aquí no ha pasado nada.

Ustedes se imaginan por un instante el daño físico y mental por los que pasó esa mamá tan joven? Una mujer que tuvo que crecer, andar a los tumbos por la vida, encontrarse por fin un buen compañero, hacerse adulta, tener más hijos,  saber que tuvo un hijo al que la obligaron a abandonar, con la “mochila” de la culpa, la tristeza, la soledad y no  poder contárselo a nadie por años.

Y entonces, hay oportunidades como éstas…ir a un programa de televisión y contar la historia de vida, como para aliviar el sufrimiento, para iniciar una búsqueda, para reparar un daño, para cerrar una historia, para que le sirva a otro, en fin, las interpelaciones pueden ser muchísimas… hace falta ir a la tele,  contar y que todo el mundo se entere? 

A veces la tele (también los otros medios) son los únicos recursos que le quedan a las personas para hacerse visibles, para que alguien las escuche, etc….con todos los defectos que tienen los medios como formadores de opinión.  En los tiempos que vivimos es tal el poder de los medios sobre la sociedad, que de vez en cuando este tipo de programación que vengo elogiando, es muy necesaria.

ALICIA CAMPOS

martes, 12 de febrero de 2013

Antes de que te “desconectes del todo” papá…


Antes de que te “desconectes” del todo quiero dedicarte esta carta abierta, como una forma de homenaje en vida. Lo hago con la necesidad de que sepas que siempre te voy a agradecer por todo lo que me diste, cómo pudiste y como te salió.


Ni a mis hermanos, ni a mí, nunca nos hiciste faltar nada. Quedate tranquilo. Pero voy a hablar por mí. Como primogénita quizás recibí un poco más, porque fui la primera.  Siempre me sentí querida por vos, a pesar de que no fuiste nunca muy demostrativo, porque no te lo enseñaron - tampoco lo fueron con vos de pequeño-, yo siempre me sentí querida. Aún hoy y a pesar de las circunstancias, me da la impresión  de que me prestás atención a lo que te digo.  Te agradezco tanto, tantas cosas.

Cuando era muy chiquita me compraste un cuaderno de caligrafía para practicarla.  Gracias a eso desarrollé la costumbre de escribir larguísimos borradores, o tomar apuntes, o el amor por las lapiceras o lápices. Yo ya tenía tu ejemplo, tu letra era prolija, hermosa. También te agradezco el inculcarme el amor por los mayores. Nuestros abuelos se quedaron en casa, hasta el último minuto de sus días, rodeados del cuidado de la familia, tal vez por eso nos angustia pensar hasta cuándo podremos cuidarte, porque va a llegar un momento en que vamos a tener que pedir ayuda especializada ante el cruel y triste avance de tu enfermedad.  Como estás ahora no me gusta verte.  No te lo merecés.
 Te tengo que agradecer, como si fuera poco, por los valores que me inculcaste. Ser honrado y solidario lo aprendí de vos. El culto a la familia y a los amigos (cuando estabas sano). También te debo esa pasión por Independiente, nuestro club amado y del que sos socio vitalicio; el amor por nuestro lugar de veraneo, al que fuiste por primera vez de Luna de Miel, y donde, según me contó mami, fui concebida y al que vuelvo una y otra vez, buscando aquella chiquita que fue tan feliz en ese lugar y lo es hoy. Tal vez por eso trato de mantener (junto a Leo y Pablo), arreglada la casita de San Ber que tanto sacrificio te costó construir.

Cantar en familia; hacer kilométricas caminatas; o bromas; o reír sin sentido; tener “hormigas en el cu…” como yo,  el placer por el vino y la buena mesa; escuchar tangos; amar a Evita; la dedicación al trabajo,  o ponerse triste hasta llorar por la muerte de un animalito, o quedarse paralizados ante situaciones de agresividad o injusticia social, lo aprendí de vos.
Me duele en el alma verte así. Cada día que pasa el deterioro es notorio y se acentúa.  Trato de darte conversación pero enseguida me pedís que no te haga esforzar la memoria. Siento mucha pena cuando te agarran esos miedos descontrolados a la soledad o a la muerte, o pronuncias frases inentendibles, o vagás por la casa de Wilde buscando no sé qué.  Me angustio cuando te olvidás los nombres de tus nietos o hijos. O cuando ya borraste lugares o momentos.  No es justo.
Si bien hace algunos años venías dando señales de un comportamiento extraño, en sólo pocos días el proceso de deterioro mental y físico, se aceleró precipitadamente y ya casi vivís en tu nuevo mundo.  Un mundo al que los que te queremos, no podemos tener acceso para ayudarte.
Por eso papi de mi corazón, antes de que me olvides, escribo estas líneas de inmenso agradecimiento. Le pido a Dios que se apiade de vos y no te haga sufrir más. Ojalá te la pueda llegar a leer. Te quiero mucho,

Alicia…tu Alicita…como siempre me llamabas…

jueves, 7 de febrero de 2013

LOS UNOS Y LOS OTROS…

Cuando una está de vacaciones, es decir cuando nuestro tiempo se estira y estamos más relajados, buscamos hacer actividades que nos den placer. Disfrutamos de las pequeñas cosas. Por ejemplo: contemplar la naturaleza, no usar el reloj, caminar, ir a la playa, a las sierras, al cine, sentarse a comer, etc.  Es, durante estos  momentos, en los que prestamos atención a ciertos escenarios que durante el año laboral no podemos tener en cuenta (o sería imposible), por la vida tóxica y estresante que llevamos, donde todo es para ayer.
En el caso de los que estamos involucrados en el apasionante mundo de la comunicación social,  el lapso vacacional, es ideal para observar todo lo concerniente a ese campo, que es amplísimo. En él,  incluimos: las conversaciones, los gestos y actitudes de las personas en ocasionalidad, y también a aquellos medios que sin duda reflejan lo que nos pasa como sociedad. En esta oportunidad me voy a referir específicamente a la televisión.
Contar con muchos años en  medios, le agrega un plus y una mirada diferente. De ahí la  crítica, porque una siente que estos espacios comunicacionales han ido alejándose, desde su creación a nuestros días, cada vez más de su público y de su esencia, lo fue reemplazando por un contenido vacío y deformado de una realidad que solo contempla el consumo, el confort, lo hueco, la falta de respeto, las miserias humanas, la cosificación de los seres humanos, etc.
Lejos de generalizar,  debo reconocer y destacar que también en la actualidad, aunque sea como pequeños oasis, la tele cuenta con cierta programación digna de felicitación, gracias a alguna mente creativa que entendió donde se debe estar. Recalco la felicitación porque hay programas sencillamente admirables y cumplen con los tres requisitos que para mí debe tener un producto televisivo:  información, entretenimiento y educación. A mi entender, esto lo logra concretamente el Canal Encuentro.

Por ese camino, siento que van rumbeando algunos otros que se van dando cuenta que la tele debe reflejar lo que le pasa a la gente común. Tal es el caso de la señal América, que si bien tiene alguna programación al que se podría tildar de bizarra, balanceó con un muy buen producto. Se trata del programa “Los unos y los otros”, conducido excelentemente por Andrea Politti.
Confieso que empecé a mirar esa emisión con cierta desconfianza, esperando que en algún momento “deschave” el amarillismo tan de moda, así como también el regodeo de mostrar las miserias humanas.  Me llevé una sorpresa.  No sólo por el cuidado y respeto hacia los que  acuden allí, y se sientan angustiados frente a una cámara al desnudar su vida privada.
 Hay que destacar también la elección muy acertada de la conductora Politti que va acompañando con mucho respeto y sin golpes bajos a aquellos y aquellas que son invitados al piso luego de  escribir o llamar para pedir ayuda, son  a los que les suceden cosas reales, dramas reales, son los que se pasan la vida  buscando familiares de los que fueron separados. Hay casos increíbles, historias cargadas de desencuentros, soledad y falta de comunicación.

Esto es lo que deseo reclamar,  que la tele  regrese a los hogares, que muestre sin regodeos, lo que le pasa a la gente, que cumpla la función social de acompañar a la audiencia. Que sirva para que otras personas que están mirando ese programa se animen y  acudan si lo necesitan.  Que la televisión aparte de espectacularidad tenga momentos de sensatez.

Hay tanta falta de Institucionalidad.  El Estado está tan ausente y la sociedad hace tiempo, ya lo reemplazó por los medios de comunicación audiovisual como un interlocutor válido y creíble. Así están las cosas. Si la televisión no lo muestra, no existe. Tal es el poder que tienen.  Por eso, es  momento para aprovechar y rever contenidos.
 De ahí que celebro y felicito por este tipo de iniciativa. Contar con una programación acorde a los tiempos que vivimos, cerca de la gente, nada más ni nada menos. Una programación que trate sobre la conflictividad de las relaciones humanas.  Pero que además de mostrar, sea un lugar donde la gente común se vea reflejada y pueda encontrar soluciones a una vida cada vez más usurpada por la  soledad, miedos, angustia y desencuentros, egoísmo, indiferencia, en fin, los males de estos tiempos.
ALICIA CAMPOS