Semana de sentimientos
encontrados para los/las “Evitistas” como yo.
Muchos/as de los que la admiramos incondicionalmente, nos preguntamos, qué
pasaría si Eva estuviera acá hoy…tantas cosas no? Faltan pocos días para que se cumplan 60 años
de su ”desaparición física”. Resalto lo de “desaparición física”, porque en la
mente y en el corazón de los humildes, Evita está viva, y va a ser siempre
así. Ella es inmortal.
Por más que algún ignorante le
haya deseado la muerte con ese inmundo “viva el cáncer”, que hayan querido
hacer desaparecer, abusar, o mutilar su cuerpo momificado, o por más que hayan
querido hacer desaparecer su existencia, incendiando o destruyendo su
pertenecías, Evita vive….
Ella vive y vivirá eternamente,
porqué nadie le habló a su pueblo tan directa y sinceramente. Nadie trabajó
tanto, para devolverle al pobre su dignidad.
De hacerle entender a sus “descamisados”, que con ellos o ellas se estaba
cometiendo una injusticia social por la que debían luchar.
Tengo la inmensa fortuna de
contar con un ejemplar de la Razón de mi Vida”, de 1951. Un libro con tapas de cuero rojo, que tiene
la imagen de Eva en dorado. Un verdadero
tesoro, al que cada tanto consulto. Un
libro al que “los de siempre” tildan de propagandista, porque ni siquiera se
tomaron el trabajo de leerlo. Mejor,
sería una ofensa para Eva. Porqué ese
libro no está dedicado a ellos. Esa obra
narra en un lenguaje sencillo, cómo empezó su amor por el que menos tiene.
En el capítulo XVII (pág.90/91)
Eva sella una alianza de amor con su pueblo.
Nadie mejor que ella para describirlo cuando expresa: “ Los dirigentes políticos, los
embajadores, los profesionales o intelectuales me llaman “Señora”, ellos no ven
en mí más que a Eva Perón. Los
descamisados me conocen sólo por “Evita”. Si me preguntan que prefiero, no lo
dudaría: Mi nombre de pueblo. Cuando un pibe
me nombra “Evita”, me siento madre de todos los pibes, de todos los
débiles y humildes de mi tierra. Cuando
un obrero me llama “Evita”, me siento compañera de todos los trabajadores de mi
país. Cuando una mujer de mi Patria me dice “Evita”, me imagino ser hermana de
ella”.
Su devoción por ayudar a los más
necesitados, le consumió la salud. No sólo por las horas agotadoras que les
dedicaba, sino por la bronca y el desprecio, que sentía por los responsables de
tanta injusticia social. A ellos no
dudaba en dedicarle discursos durísimos.
Nadie más valiente que ella para decirles en la cara lo que realmente
eran, la parte parásita y egoísta de una sociedad que por muchos años pretendió
un gobierno sólo con derechos para oligarcas.
Junto con mi
libro, conservo también, estampitas de ella.
Las mismas que los golpistas de esa época habían ordenado destruir,
prohibiéndolas conservar en cada hogar argentino. Una prueba más de cuán
peligrosa era la Eva para estos indeseables.
Pobres inmorales, le tenían terror! Nadie como ella, se atrevió a enfrentarlos.
Para Evita, la razón de su vida,
fue su pueblo. Su dedicación fue sincera,
y el pueblo se dio cuenta. Ese amor mutuo, se transmitió de generación en
generación. En pocos días se la
recordará a 60 años de su partida… En cada homenaje, el pueblo cumple con su deseo: “Tengo una sola y gran ambición personal, quisiera que el nombre de
Evita figurase alguna vez en la historia de mi Patria…que hubo una mujer que se
dedicó llevarle al Presidente las
esperanzas de su pueblo para que las convierta en realidad…de aquella mujer,
sólo sabemos que el pueblo la llamaba cariñosamente…Evita”.
Hace falta agregar que no hubo, no hay, ni
habrá nadie JAMÁS, igual a ella?