domingo, 22 de julio de 2012

La razón de su vida


Semana de sentimientos encontrados para los/las “Evitistas” como yo.  Muchos/as de los que la admiramos  incondicionalmente, nos preguntamos, qué pasaría si Eva estuviera acá hoy…tantas cosas no?  Faltan pocos días para que se cumplan 60 años de su ”desaparición física”. Resalto lo de “desaparición física”, porque en la mente y en el corazón de los humildes, Evita está viva, y va a ser siempre así.  Ella es inmortal.

Por más que algún ignorante le haya deseado la muerte con ese inmundo “viva el cáncer”, que hayan querido hacer desaparecer, abusar, o mutilar su cuerpo momificado, o por más que hayan querido hacer desaparecer su existencia, incendiando o destruyendo su pertenecías, Evita vive….

Ella vive y vivirá eternamente, porqué nadie le habló a su pueblo tan directa y sinceramente. Nadie trabajó tanto, para devolverle al pobre su dignidad.  De hacerle entender a sus “descamisados”, que con ellos o ellas se estaba cometiendo una injusticia social por la que debían luchar.

Tengo la inmensa fortuna de contar con un ejemplar de la Razón de mi Vida”, de 1951.  Un libro con tapas de cuero rojo, que tiene la imagen de Eva en dorado.  Un verdadero tesoro, al que cada tanto consulto.  Un libro al que “los de siempre” tildan de propagandista, porque ni siquiera se tomaron el trabajo de leerlo.  Mejor, sería una ofensa para Eva.  Porqué ese libro no está dedicado a ellos.  Esa obra narra en un lenguaje sencillo, cómo empezó su amor por el que menos tiene.

En el capítulo XVII (pág.90/91) Eva sella una alianza de amor con su pueblo.  Nadie mejor que ella para describirlo cuando expresa: “ Los dirigentes políticos, los embajadores, los profesionales o intelectuales me llaman “Señora”, ellos no ven en mí más que a Eva Perón.  Los descamisados me conocen sólo por “Evita”. Si me preguntan que prefiero, no lo dudaría: Mi nombre de pueblo. Cuando un pibe   me nombra “Evita”, me siento madre de todos los pibes, de todos los débiles y humildes de mi tierra.  Cuando un obrero me llama “Evita”, me siento compañera de todos los trabajadores de mi país. Cuando una mujer de mi Patria me dice “Evita”, me imagino ser hermana de ella”.

Su devoción por ayudar a los más necesitados, le consumió la salud. No sólo por las horas agotadoras que les dedicaba, sino por la bronca y el desprecio, que sentía por los responsables de tanta injusticia social.  A ellos no dudaba en dedicarle discursos durísimos.  Nadie más valiente que ella para decirles en la cara lo que realmente eran, la parte parásita y egoísta de una sociedad que por muchos años pretendió un gobierno sólo con derechos para oligarcas.
Junto con mi libro, conservo también, estampitas de ella.  Las mismas que los golpistas de esa época habían ordenado destruir, prohibiéndolas conservar en cada hogar argentino. Una prueba más de cuán peligrosa era la Eva para estos indeseables.  Pobres inmorales, le tenían terror! Nadie como ella,  se atrevió a enfrentarlos.

Para Evita, la razón de su vida, fue su pueblo.  Su dedicación fue sincera, y el pueblo se dio cuenta. Ese amor mutuo, se transmitió de generación en generación.  En pocos días se la recordará a 60 años de su partida… En cada homenaje, el pueblo cumple  con su deseo: “Tengo una sola y gran ambición personal, quisiera que el nombre de Evita figurase alguna vez en la historia de mi Patria…que hubo una mujer que se dedicó  llevarle al Presidente las esperanzas de su pueblo para que las convierta en realidad…de aquella mujer, sólo sabemos que el pueblo la llamaba cariñosamente…Evita”.

 Hace falta agregar que no hubo, no hay, ni habrá nadie JAMÁS, igual a ella?

 ALICIA CAMPOS