La calificación “petitero/a” era muy usado por mi abuelo para dirigirse a alguien que estaba bien vestido. Viene del lunfardo, y se les decía así a los que concurrían al Petit Café de Santa Fe y Callao en Barrio Norte de Capital Federal. También se usaba “pituco”. Pero el “petitero” de mi querido abuelito era muy gracioso. Sobre todo cómo lo decía.
La verdad que concurrir a votar es un acto hermoso y sumamente interesante desde el campo de la comunicación social. A mí, me encanta. Dejando para otra oportunidad, la calidad de tal o cual candidato que se postule, el acto en sí mismo, es único. Una herramienta de temer, que poseemos los ciudadanos y que tratan de captar o seducir los diferentes partidos políticos que se postulan en cada acto eleccionario.
Pero más allá del hecho cívico, lo interesante es observar, cómo participa la sociedad y cómo uno se contagia de emoción cuando en tu misma mesa de votación, ves que se prepara para ingresar al cuarto “oscuro”, un señor de 95 años. Vestido especialmente para la ocasión, con saco y corbata. Con paso lento, pero firme, gracias a la confianza de su bastón, Don Atilio (no pude evitar querer conocer su nombre), se introdujo en ese cuarto. Cuando salió, noté su expresión de satisfacción por el deber cumplido. Qué ejemplo! Por qué un adulto tan mayor, no tiene obligación de concurrir a votar. Él, lo hizo igual y se notaba, con mucho orgullo.
En el otro extremo, toda una fila de personas, incluidas las autoridades de mesa, aplaudieron a un joven de 18 años que votaba por primera vez.
Estos actos, son sólo dos ejemplos, seguramente, de muchos otros actos, que dignificaron el acontecimiento eleccionario, pero sobre todo , resaltan, hablan muy bien de la condición humana. No todo está perdido. Muy a pesar de ciertos personajes digamos “oscuros”, hay en nuestra sociedad gente de la que estoy orgullosa y agradecida.
ALICIA CAMPOS
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