martes, 12 de febrero de 2013

Antes de que te “desconectes del todo” papá…


Antes de que te “desconectes” del todo quiero dedicarte esta carta abierta, como una forma de homenaje en vida. Lo hago con la necesidad de que sepas que siempre te voy a agradecer por todo lo que me diste, cómo pudiste y como te salió.


Ni a mis hermanos, ni a mí, nunca nos hiciste faltar nada. Quedate tranquilo. Pero voy a hablar por mí. Como primogénita quizás recibí un poco más, porque fui la primera.  Siempre me sentí querida por vos, a pesar de que no fuiste nunca muy demostrativo, porque no te lo enseñaron - tampoco lo fueron con vos de pequeño-, yo siempre me sentí querida. Aún hoy y a pesar de las circunstancias, me da la impresión  de que me prestás atención a lo que te digo.  Te agradezco tanto, tantas cosas.

Cuando era muy chiquita me compraste un cuaderno de caligrafía para practicarla.  Gracias a eso desarrollé la costumbre de escribir larguísimos borradores, o tomar apuntes, o el amor por las lapiceras o lápices. Yo ya tenía tu ejemplo, tu letra era prolija, hermosa. También te agradezco el inculcarme el amor por los mayores. Nuestros abuelos se quedaron en casa, hasta el último minuto de sus días, rodeados del cuidado de la familia, tal vez por eso nos angustia pensar hasta cuándo podremos cuidarte, porque va a llegar un momento en que vamos a tener que pedir ayuda especializada ante el cruel y triste avance de tu enfermedad.  Como estás ahora no me gusta verte.  No te lo merecés.
 Te tengo que agradecer, como si fuera poco, por los valores que me inculcaste. Ser honrado y solidario lo aprendí de vos. El culto a la familia y a los amigos (cuando estabas sano). También te debo esa pasión por Independiente, nuestro club amado y del que sos socio vitalicio; el amor por nuestro lugar de veraneo, al que fuiste por primera vez de Luna de Miel, y donde, según me contó mami, fui concebida y al que vuelvo una y otra vez, buscando aquella chiquita que fue tan feliz en ese lugar y lo es hoy. Tal vez por eso trato de mantener (junto a Leo y Pablo), arreglada la casita de San Ber que tanto sacrificio te costó construir.

Cantar en familia; hacer kilométricas caminatas; o bromas; o reír sin sentido; tener “hormigas en el cu…” como yo,  el placer por el vino y la buena mesa; escuchar tangos; amar a Evita; la dedicación al trabajo,  o ponerse triste hasta llorar por la muerte de un animalito, o quedarse paralizados ante situaciones de agresividad o injusticia social, lo aprendí de vos.
Me duele en el alma verte así. Cada día que pasa el deterioro es notorio y se acentúa.  Trato de darte conversación pero enseguida me pedís que no te haga esforzar la memoria. Siento mucha pena cuando te agarran esos miedos descontrolados a la soledad o a la muerte, o pronuncias frases inentendibles, o vagás por la casa de Wilde buscando no sé qué.  Me angustio cuando te olvidás los nombres de tus nietos o hijos. O cuando ya borraste lugares o momentos.  No es justo.
Si bien hace algunos años venías dando señales de un comportamiento extraño, en sólo pocos días el proceso de deterioro mental y físico, se aceleró precipitadamente y ya casi vivís en tu nuevo mundo.  Un mundo al que los que te queremos, no podemos tener acceso para ayudarte.
Por eso papi de mi corazón, antes de que me olvides, escribo estas líneas de inmenso agradecimiento. Le pido a Dios que se apiade de vos y no te haga sufrir más. Ojalá te la pueda llegar a leer. Te quiero mucho,

Alicia…tu Alicita…como siempre me llamabas…

jueves, 7 de febrero de 2013

LOS UNOS Y LOS OTROS…

Cuando una está de vacaciones, es decir cuando nuestro tiempo se estira y estamos más relajados, buscamos hacer actividades que nos den placer. Disfrutamos de las pequeñas cosas. Por ejemplo: contemplar la naturaleza, no usar el reloj, caminar, ir a la playa, a las sierras, al cine, sentarse a comer, etc.  Es, durante estos  momentos, en los que prestamos atención a ciertos escenarios que durante el año laboral no podemos tener en cuenta (o sería imposible), por la vida tóxica y estresante que llevamos, donde todo es para ayer.
En el caso de los que estamos involucrados en el apasionante mundo de la comunicación social,  el lapso vacacional, es ideal para observar todo lo concerniente a ese campo, que es amplísimo. En él,  incluimos: las conversaciones, los gestos y actitudes de las personas en ocasionalidad, y también a aquellos medios que sin duda reflejan lo que nos pasa como sociedad. En esta oportunidad me voy a referir específicamente a la televisión.
Contar con muchos años en  medios, le agrega un plus y una mirada diferente. De ahí la  crítica, porque una siente que estos espacios comunicacionales han ido alejándose, desde su creación a nuestros días, cada vez más de su público y de su esencia, lo fue reemplazando por un contenido vacío y deformado de una realidad que solo contempla el consumo, el confort, lo hueco, la falta de respeto, las miserias humanas, la cosificación de los seres humanos, etc.
Lejos de generalizar,  debo reconocer y destacar que también en la actualidad, aunque sea como pequeños oasis, la tele cuenta con cierta programación digna de felicitación, gracias a alguna mente creativa que entendió donde se debe estar. Recalco la felicitación porque hay programas sencillamente admirables y cumplen con los tres requisitos que para mí debe tener un producto televisivo:  información, entretenimiento y educación. A mi entender, esto lo logra concretamente el Canal Encuentro.

Por ese camino, siento que van rumbeando algunos otros que se van dando cuenta que la tele debe reflejar lo que le pasa a la gente común. Tal es el caso de la señal América, que si bien tiene alguna programación al que se podría tildar de bizarra, balanceó con un muy buen producto. Se trata del programa “Los unos y los otros”, conducido excelentemente por Andrea Politti.
Confieso que empecé a mirar esa emisión con cierta desconfianza, esperando que en algún momento “deschave” el amarillismo tan de moda, así como también el regodeo de mostrar las miserias humanas.  Me llevé una sorpresa.  No sólo por el cuidado y respeto hacia los que  acuden allí, y se sientan angustiados frente a una cámara al desnudar su vida privada.
 Hay que destacar también la elección muy acertada de la conductora Politti que va acompañando con mucho respeto y sin golpes bajos a aquellos y aquellas que son invitados al piso luego de  escribir o llamar para pedir ayuda, son  a los que les suceden cosas reales, dramas reales, son los que se pasan la vida  buscando familiares de los que fueron separados. Hay casos increíbles, historias cargadas de desencuentros, soledad y falta de comunicación.

Esto es lo que deseo reclamar,  que la tele  regrese a los hogares, que muestre sin regodeos, lo que le pasa a la gente, que cumpla la función social de acompañar a la audiencia. Que sirva para que otras personas que están mirando ese programa se animen y  acudan si lo necesitan.  Que la televisión aparte de espectacularidad tenga momentos de sensatez.

Hay tanta falta de Institucionalidad.  El Estado está tan ausente y la sociedad hace tiempo, ya lo reemplazó por los medios de comunicación audiovisual como un interlocutor válido y creíble. Así están las cosas. Si la televisión no lo muestra, no existe. Tal es el poder que tienen.  Por eso, es  momento para aprovechar y rever contenidos.
 De ahí que celebro y felicito por este tipo de iniciativa. Contar con una programación acorde a los tiempos que vivimos, cerca de la gente, nada más ni nada menos. Una programación que trate sobre la conflictividad de las relaciones humanas.  Pero que además de mostrar, sea un lugar donde la gente común se vea reflejada y pueda encontrar soluciones a una vida cada vez más usurpada por la  soledad, miedos, angustia y desencuentros, egoísmo, indiferencia, en fin, los males de estos tiempos.
ALICIA CAMPOS