Hoy es un día que para la gran familia Roja va a ser
recordado como una fecha muy triste. El
peor. De esos días horribles que no se olvidan. Por primera vez en toda su
gloriosa historia, el Club Atlético Independiente pierde su categoría.
Impensable no? Las sensaciones y emociones se mezclan: tristeza, bronca,
angustia. En mi caso particular priman
dos que se abrazan entre sí: desolación y orfandad. Eso es lo que siento hoy.
Sufro y veo sufrir a mi entorno familiar, a mis amigos y
amigas, a los hinchas, que la tele mostraba esta horrible tarde, llorando en
silencio, mientras seguían alentando a nuestro equipo. Se me hace un nudo en la garganta mientras
escribo y las lágrimas todavía están
ahí, listas para salir de nuevo. Observo detenidamente esas imágenes de esos
hinchas llorando y siento orgullo. Estoy orgullosa de ellos y de ellas. Con una
dignidad que emociona, estuvieron ahí, acompañando respetuosamente, sin
violencia, alentado hasta el último minuto. Hicieron lo que otros y otras no
pudimos, no nos animamos. Estar ahí, presentes.
Había que ser muy valiente para presenciar esa realidad que no creíamos
posible jamás. Por eso estoy desolada.
Yo, que tuve la suerte que mi papá me contagiara desde que
nací, el amor por nuestra camiseta y que por eso lo acompañé junto a mis
hermanos a festejar tantos momentos de
gloria. Las copas ganadas eran motivo
suficiente como para sacar el coche, ir hasta la sede de Avellaneda a tocar
bocina, no importando la hora. Como esa
vez que no olvido, ya estábamos en pijama y salimos así, locos de contentos,
cantando a viva voz: -“ Somos de Independiente, de pierna fuerte y templada,
guapos para una jornada……” -. En casa la recitábamos de memoria…cuántos
recuerdos!
Nacer en Avellaneda y vivir hasta los veinte y pico en Wilde
le agregan más drama al drama. Porque
los colores del club, son los colores
mayoritarios que distinguen esas localidades del sur del Gran Buenos
Aires. Avellaneda, Domínico,
Sarandí, son de alma roja. La camiseta de Independiente es el escudo
oficial de esos barrios. Son sagrados. No se ensucian. Se respetan. Se llevan
con orgullo.
De ahí mi desolación. Alguno/a me dirá que sólo se trata de
futbol. Es más que eso. En mi caso, representa mi infancia, mi primera
escuela, mi barrio, mi viejo, parte de
mi historia. Una desolación que no tiene
que ver sólo con que un grande como Independiente cambie transitoriamente de
categoría. Tiene que ver con
preguntarnos por qué llegamos hasta donde llegamos. Cómo permitimos qué mentes oscuras y corruptas
que administraron el club lo hayan llevado a este estado de humillación, de vaciamiento,
de soledad? Ciertos dirigentes, jugadores y demás personajes siniestros le faltaron el respeto a esa Institución
centenaria, lo llevaron a la ruina. La historia los juzgará. Nosotros los/las
simpatizantes e hinchas no los perdonamos. Nos traicionaron. Por ahora nos
quedamos huérfanos de emoción.
Tantas veces
acostumbrados a ganar. Hoy nos quedamos sin nada para festejar. Esto no va a
ser motivo de abandono. Los que verdaderamente amamos al club, no abandonamos
en las malas. Al contrario, lo vamos a acompañar a donde vaya. Ahí estaremos
siempre. Lo vamos a ayudar a recuperarse
para que vuelva a ocupar el lugar que le hicieron perder.
Hoy estamos de duelo.
ALICIA CAMPOS