sábado, 10 de septiembre de 2011

Comprale un microondas..!!!

Así nomás, le gritó el taxista que me llevaba, a un colega, en plena avenida Independencia. Frase acompañada de carcajadas, y que buscaba la complicidad del otro, para burlarse de otra conductora de un coche particular, que empezó a tocar bocina, porqué se había quedado “encerrada” al cambiar el semáforo, entre varios vehículos.

No me gustó lo que dijo. Lo reté.  Él, inmutable, seguía criticando a la mujer y a todas las que se ponían frente a un volante. - Para que sepa, conozco a muchas mujeres que manejan mejor que algunos hombres- insistí. – Eso es imposible- me contestó.

La “discusión” siguió.  –Lo que pasa es que usted, como es taxista, tiene una visión distorsionada de lo que significa manejar en esta “selva” que es la Ciudad de Buenos Aires- le retruqué.  – Acá, vale el más guapo, y no es así.  --- Las mujeres somos más respetuosas de las leyes de tránsito, por eso, por ser prudentes (iba a decir energúmenos como usted), nos discriminan. - Acto seguido, me callé, y no le hablé más, en todo el viaje.

El calificativo “energúmeno”, me vino a la mente porque fue el que usó una conductora taxista que una vez me llevó, refiriéndose a algunos conductores masculinos.  La verdad, estuvo (cómo diría mi mamá), “fina”.  Porqué y  lo vemos a diario, el descontrol se apoderó del tránsito en la Capital Federal.
Múltiples infracciones y de todo tipo: coches mal estacionados, carga y descarga fuera del horario permitido, cruzar con semáforo rojo, no respetar las velocidades máximas, hablar por celular, insultos, y hasta golpes entre ¿¿personas?? Qué casualidad, según mis observaciones, el 99%  protagonizadas por representantes del género masculino. Y no aprenden…! Ahora las multas corren en serio… si te descuidas, hasta cuando emitís un bostezo.  Ellos, como si nada.  Siguen embriagados por la agresividad al volante.  Un libro entero llevaría tratar el tema “colectiveros” pero no tengo intención de extenderme tanto.

La calle, como espacio público y comunicacional social está  desbordada de malos ejemplos.  No hay contrato social que valga.  Si encima al colapso de tránsito, le sumamos, una infraestructura urbana de los años ’40 del siglo pasado y le inyectamos sobresaturación por la cantidad de autos que se están vendiendo hoy en el mercado (llámese nuevos o usados),  estamos  ante un cóctel explosivo, próximo a detonar.  Las autoridades responsables deben tomar, medidas urgentes.  Lo exigen: la cantidad de accidentes que se repiten todos los días y también la salud mental de la comunidad, que transita por la City Porteña, que ya pasó la categoría patológica de alienada.



ALICIA CAMPOS

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