No me gustó lo que dijo. Lo reté. Él, inmutable, seguía criticando a la mujer y
a todas las que se ponían frente a un volante. - Para que sepa, conozco a muchas
mujeres que manejan mejor que algunos hombres- insistí. – Eso es imposible- me
contestó.
La “discusión” siguió.
–Lo que pasa es que usted, como es taxista, tiene una visión
distorsionada de lo que significa manejar en esta “selva” que es la Ciudad de
Buenos Aires- le retruqué. – Acá, vale
el más guapo, y no es así. --- Las
mujeres somos más respetuosas de las leyes de tránsito, por eso, por ser
prudentes (iba a decir energúmenos como usted), nos discriminan. - Acto
seguido, me callé, y no le hablé más, en todo el viaje.
El calificativo “energúmeno”, me vino a la mente porque fue
el que usó una conductora taxista que una vez me llevó, refiriéndose a algunos
conductores masculinos. La verdad,
estuvo (cómo diría mi mamá), “fina”.
Porqué y lo vemos a diario, el
descontrol se apoderó del tránsito en la Capital Federal.
Múltiples infracciones y de todo tipo: coches mal estacionados,
carga y descarga fuera del horario permitido, cruzar con semáforo rojo, no
respetar las velocidades máximas, hablar por celular, insultos, y hasta golpes
entre ¿¿personas?? Qué casualidad, según mis observaciones, el 99% protagonizadas por representantes del género
masculino. Y no aprenden…! Ahora las multas corren en serio… si te descuidas,
hasta cuando emitís un bostezo. Ellos,
como si nada. Siguen embriagados por la
agresividad al volante. Un libro entero
llevaría tratar el tema “colectiveros” pero no tengo intención de extenderme
tanto.
La calle, como espacio público y comunicacional social
está desbordada de malos ejemplos. No hay contrato social que valga. Si encima al colapso de tránsito, le sumamos,
una infraestructura urbana de los años ’40 del siglo pasado y le inyectamos
sobresaturación por la cantidad de autos que se están vendiendo hoy en el
mercado (llámese nuevos o usados),
estamos ante un cóctel explosivo,
próximo a detonar. Las autoridades
responsables deben tomar, medidas urgentes.
Lo exigen: la cantidad de accidentes que se repiten todos los días y
también la salud mental de la comunidad, que transita por la City Porteña, que
ya pasó la categoría patológica de alienada.
ALICIA CAMPOS
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