A medida que escribo, no dejo de estremecerme, como lo hice cuando se difundió la noticia, como lo hago cada vez que paso por ese lugar donde lo ejecutaron cobardemente y como hoy, durante su homenaje en Mar de Ajó.
Una mezcla de sentimientos asoman. Tristeza, por su injusta
muerte y bronca, mucha bronca porqué los
autores de semejante atrocidad, no están presos, salvo algún que otro “4 de
copas”.
Los que acostumbramos a visitar el Partido de la Costa
frecuentemente, y desde hace muchos años, notamos con perplejidad, en lo que se
ha convertido. Un lugar que fue el
paraíso de la tranquilidad, de la seguridad (hasta no hace tanto tiempo, se
dormía con la puerta abierta) y del merecido descanso familiar, se transformó
en el sitio preferido de todo tipo de mafias: prostitución, robos, drogas, y
delincuencia de todo tipo.
Las casitas bajas que construyeron nuestros abuelos
inmigrantes, con tanto esfuerzo, y que como característica, tenían ventanas con
postigos sólo de madera y jardines floridos dentro de cercas bajitas, mutaron a
propiedades con rejas de más de dos metros, medianeras con hileras de vidrios
en punta, iluminación permanente y alarma.
Los vecinos que mantenemos con vida estos balnearios cada vez más
devaluados, tenemos que vivir encerrados y si tomamos coraje para ir a la playa, debemos tomar una serie de
recaudos, para que, durante nuestra corta ausencia, no nos desvalijen.
Lo más triste es que empeora año a año por que se “huele” la
atmósfera de impunidad que hay, una red de complicidad delictiva que
sinceramente no se puede concretar tan descaradamente sin la protección de
ciertos personajes nefastos: algunos policías, algunos Intendentes, algunos
poderosos. No generalizo, sé que hay dirigentes políticos con buenas
intenciones pero la sola idea de enfrentar tamaña organización mafiosa, los
paraliza, como les sucede a muchos comerciantes y vecinos locales, cuyo miedo
les impide denunciar, mucho menos en las comisarías…por razones obvias.
El crimen de José Luis Cabezas, sacó a la luz el accionar de
estos bandidos. Por cumplir con su trabajo, lo mataron. Su “delito” fue, sacar
una foto, atreverse a mostrar la cara de un “poderoso”. La muerte de Cabezas, también dejó al descubierto el nivel de protección con la que cuentan estos delincuentes… salvo dos o tres “perejiles”, ningún “pez gordo” quedó preso.
ALICIA CAMPOS