sábado, 17 de septiembre de 2011

¡ESTOY ENOJADO PORQUE SE PORTARON MUY MAL!


A la pucha! Dije yo, cuando escuché, saliendo de mi casa, la voz de un hombre que muy nervioso (sentía), se acercaba y seguro,  iba a pasar por la entrada del edificio donde vivo.  Mi curiosidad pudo más.  Me apuré. Quería saber a qué niño o niña retaba.  Pobre! Pensaba yo, seguro que son esos chicos malcriados, unos verdaderos “demonios”. 
Grandísima fue mi sorpresa, cuando lo veo.  Los supuestos niñitos no estaban.  El muchacho, joven, le estaba hablando a un montón de perros, a los que llevaba de la correa.  Era un paseador de perros! Y le hablaba a los animales!  Me dieron ganas de reírme de mí a las carcajadas.  No sé, me pareció tierno….no es la primera vez que escucho personas que hablan con sus mascotas, pero nunca en ese tono tan enojado.
El joven en cuestión, iba apurado.  Le faltaban unos metros para llegar a la plaza que tenemos en el barrio.  Las plazas…qué espacios sociales extraordinarios!  Ésta en particular, es hermosa. Bah, quedó embellecida porqué la reciclaron toda, como  algunas de otros barrios.  Son lugares únicos de pura comunicación social.

Y los vecinos,  ahora, por suerte colaboran.  La mantienen pulcra.  No hay envases, ni papeles en el piso.  Las veredas que las rodean, impecables.  A toda hora, hombres y mujeres, hacen gimnasia. Trotan, caminan, corren escuchan música, charlan,  en una perfecta armonía con los que llevan la sillita o  el libro, y el mate, y la calesita… que pasa por parlantes, la música que les avisa a los chiquitos que ya abrió su puerta de rejas y los espera con alegría y ansiedad.

Los árboles, las plantas, las mesas y sillas de cemento, los juegos de recreación, el arenero, algún Pastor Evangelista que predica, sobre todo los fines de semana, y la murga que practica los domingos. Todos, contribuyen a que las plazas públicas sigan resistiendo.

En ellas no existen las diferencias sociales, todo lo contrario.  Es un hermoso ejemplo de que la convivencia comunitaria, es posible. Que vivan las plazas!

ALICIA CAMPOS

sábado, 10 de septiembre de 2011

Comprale un microondas..!!!

Así nomás, le gritó el taxista que me llevaba, a un colega, en plena avenida Independencia. Frase acompañada de carcajadas, y que buscaba la complicidad del otro, para burlarse de otra conductora de un coche particular, que empezó a tocar bocina, porqué se había quedado “encerrada” al cambiar el semáforo, entre varios vehículos.

No me gustó lo que dijo. Lo reté.  Él, inmutable, seguía criticando a la mujer y a todas las que se ponían frente a un volante. - Para que sepa, conozco a muchas mujeres que manejan mejor que algunos hombres- insistí. – Eso es imposible- me contestó.

La “discusión” siguió.  –Lo que pasa es que usted, como es taxista, tiene una visión distorsionada de lo que significa manejar en esta “selva” que es la Ciudad de Buenos Aires- le retruqué.  – Acá, vale el más guapo, y no es así.  --- Las mujeres somos más respetuosas de las leyes de tránsito, por eso, por ser prudentes (iba a decir energúmenos como usted), nos discriminan. - Acto seguido, me callé, y no le hablé más, en todo el viaje.

El calificativo “energúmeno”, me vino a la mente porque fue el que usó una conductora taxista que una vez me llevó, refiriéndose a algunos conductores masculinos.  La verdad, estuvo (cómo diría mi mamá), “fina”.  Porqué y  lo vemos a diario, el descontrol se apoderó del tránsito en la Capital Federal.
Múltiples infracciones y de todo tipo: coches mal estacionados, carga y descarga fuera del horario permitido, cruzar con semáforo rojo, no respetar las velocidades máximas, hablar por celular, insultos, y hasta golpes entre ¿¿personas?? Qué casualidad, según mis observaciones, el 99%  protagonizadas por representantes del género masculino. Y no aprenden…! Ahora las multas corren en serio… si te descuidas, hasta cuando emitís un bostezo.  Ellos, como si nada.  Siguen embriagados por la agresividad al volante.  Un libro entero llevaría tratar el tema “colectiveros” pero no tengo intención de extenderme tanto.

La calle, como espacio público y comunicacional social está  desbordada de malos ejemplos.  No hay contrato social que valga.  Si encima al colapso de tránsito, le sumamos, una infraestructura urbana de los años ’40 del siglo pasado y le inyectamos sobresaturación por la cantidad de autos que se están vendiendo hoy en el mercado (llámese nuevos o usados),  estamos  ante un cóctel explosivo, próximo a detonar.  Las autoridades responsables deben tomar, medidas urgentes.  Lo exigen: la cantidad de accidentes que se repiten todos los días y también la salud mental de la comunidad, que transita por la City Porteña, que ya pasó la categoría patológica de alienada.



ALICIA CAMPOS